Hacer películas es una necesidad primaria. Casi biológica. Es algo que debes hacer porque de otro modo estarías muerto. Uno no respira simplemente porque el aire huele bien o porque quieres llenar tus pulmones y ver cuánto se inflan. Es un mecanismo de supervivencia. Lo haces o mueres.
Inhalas y exhalas. Gritas acción y corte. Respiras y vives. Filmas y vives. Sabes que no hay otra manera de permanecer despierto. De modo que cada periodo de preparación antes de un rodaje se convierte en una suerte de coma. Tus pensamientos siguen ahí. Atrapados, sin convertirse en un trozo de cinta magnética o en dígitos que luego se vuelven imágenes que imitan la realidad.Es curioso cuando te das cuenta que el oxígeno que consumes no basta para estar vivo. Yo tal vez lo entendí cuando tenía 18 años. Siete años después de descubrir que quería ser director de cine.
Puedes pasar toda una vida soñando hacer películas y viéndolo bien, cuando las haces, eso es lo que son: Sueños. De manera que sueñas con hacer sueños. Y es aquí donde entra George Melies, quien solía decir "Y si podemos reproducir lo que vemos, ¿por qué no también lo que soñamos?" Tiene sentido ¿no?Y eso es lo que son las películas. Visiones de nuestros sueños más profundos.
Y qué curioso. Me acabo de dar cuenta que tiene mucho sentido. Porque cuando filmas no puedes estar soñando. Porque es el momento de tener los pies en la tierra y de racionalizar tus sueños. Si filmas, debes estar muy despierto. En un éxtasis, diría yo. En una ebullición interior permanente. Si no estás al límite de la excitación, si tus sentidos no están al tope será mejor que apagues las cámaras y regreses a seguir soñando.
Hasta estar listo para despertar ...y filmar.
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