La primera vez que vi la versión de 1953 de "La Guerra de los Mundos" tenía solo 14 años. Canal AXN la había programado a propósito del remake que Steven Spielberg estrenaba por esos días y no dude en darle una oportunidad a la película, a pesar de no estar muy familiarizado con el cine de ciencia ficción de los 50s.
La película, basada en el libro de H.G. Welles de 1898 narra la historia de un científico llamado Clayton Forrester, cuya vida se ve amenazada cuando un misterioso platillo volador se estrella en el pueblo de Linda Rosa. Luego de este suceso, el Dr. Forrester conoce a Sylvia Van Buren, una instructora y bibliotecaria; juntos deberán escapar del ataque de los marcianos, que escudados en sus naves y lanzando rayos calóricos de colores, planean destruir la tierra.
Durante mi primer visionado de la película en el 2005, recuerdo que fue poco el impacto que me causó, y quedé decepcionado frente a los efectos especiales de la época, que en comparación a la versión de Steven Spielberg, eran mucho más precarios y artesanales.
Sin embargo, luego de 14 años, he vuelto a verla y esos efectos "rudimentarios" que incluso dejan ver los hilos que sujetan las naves alienígenas son el principal atractivo que tiene la cinta.
La película fue un hito en su momento y a pesar de contar con actores desconocidos, pues las verdaderas estrellas debían ser los marcianos de la película, logró convertirse en un suceso de taquilla en aquella época.
Otro aspecto que llama la atención es la tecnología con la que se rodó la cinta: el famosísimo Technicolor, que produce imágenes muy saturadas y está presentada en una relación de aspecto 1:33.1, es decir en un formato cuadrado popularmente conocido como 4:3, lo que resalta a primera vista en un mundo audiovisual dominado por formatos de pantalla ancha y ultra wide screen. Sin embargo, este tipo de películas cuadradas tienen un encanto especial que además le aporta un lado íntimo a la historia y al retrato de los personajes. No hay que subestimar este tipo de películas pues como diría Paul Thomas Anderson: "They are boxy but they´re good!"
Quizás hoy nos parezca una película con aspectos muy rudimentarios en su realización, pero esto para mi es una de sus mayores fortalezas. Poder disfrutar de todos los efectos especiales de la película y saber que fueron rodados en locación, que la magia sucedio delante de las cámaras sin necesidad de retoques en una computadora ni pantallas verdes. Ese es el valor agregado que hoy nos regalan películas como esta.
El toque final lo aportó el director Byron Haskyn, quien tenía mucha experiencia realizando efectos especiales para Warner Bros Studios hasta que dio el salto a la dirección y junto con el diseño de las naves extraterrestres a cargo del director de arte Albert Nozaki, lograron el combo perfecto, llevándose un Oscar a Mejores Efectos Especiales en 1954. Además la película recibió nominaciones a Mejor Edición y Mejor Mezcla de Sonido. Una verdadera joya del género de ciencia ficción que vale la pena volver a ver.
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